miércoles, 15 de junio de 2011

Lo que a continuación voy a referir quizá les parezca fantástico, pero es genuino; transitaba un día por una calle peatonal que se haya a espaldas de la Catedral de México, cuando me quede de una pieza al contemplar lo siguiente; En dirección opuesta a mi caminaba un individuo, un mecapalero, portando a cuestas pesado cargamento. Sus pasos eran lentos, penoso; no desplazaba las piernas directamente hacia delante, si no que las movía describiendo un arco exterior al avanzar, y al apoyar pie mantenía separadas ambas extremidades, para estabilizarse. Comprensible, por cierto: transportaba sujetos al mecapal, diez botes de lámina de esos para alcohol, con capacidad de 18 litros cada uno, llenos. Esto es 180 kilos: que aunados al peso de los recipientes habrían sido 200 kilogramos en total.
El hombre no era joven; tendría sus sesenta años de edad. Y así cargando lentamente, afanosamente, continuo imperturbable su camino por las calles de la gran ciudad.

¿Qué combustible es capaz de proporcionar energía suficiente a esa máquina humana?
Pulque (pensé)...
Fuente: “EL DIARIO DE AQUILES UNDA" editorial PAC. S.A

No hay comentarios:

Publicar un comentario